- El 10 de febrero de 2009 dos satélites artificiales colisionaron en orbita.
- Es la primera vez que ocurre un evento de estas características.
- La basura espacial es un creciente problema que pone en riesgo satélites y misiones tripuladas.
- Este tipo de accidentes podrían evitarse si los países compartieran información.
El pasado día 10 de febrero, dos satélites artificiales chocaron en órbita, creando una nube de basura espacial que podría poner en peligro otros satélites y misiones tripuladas, como la de la reparación del Telescopio Espacial Hubble. Se trata del primer accidente espacial entre dos satélites. La colisión ocurrió a 776 km de altura sobre Siberia.
Según datos del US Strategic Command, a día de hoy se han catalogado más de 400 fragmentos diferentes. Los trozos del satélite Kosmos se han dispersado más que los del Iridium, que van desde los 250 km a los 1700 km; mientras que los del Iridium van de los 520 a los 1100 km. Por tanto, los fragmentos ya han descendido al nivel que orbita la Estación Espacial (350 km).
La colisión
El choque entre los satélites Iridium 33 y Kosmos 2251 es, además de una gran carambola orbital, un asunto muy grave. Al haber tenido lugar en una órbita alta (790 km), esto implica que los fragmentos no reentrarán en la atmósfera terrestre inmediatamente, sino que podrían permanecer años en el espacio amenazando a miles de satélites en órbita baja, la Estación Espacial Internacional incluida. Además, puesto que se trataba de satélites con órbitas polares, las trayectorias de los pedazos pueden interceptar potencialmente un mayor número de órbitas de otros satélites.
El Iridium estaba en activo y tenía una masa de 690 kg, mientras que el Kosmos 2251 (Strelá 2M), fuera de servicio, pesaba 900 kg. La velocidad relativa de la colisión fue de 11 km/s.
¿Quién cometió el error?
Puesto que el choque se produjo entre un satélite activo (Iridium 33) y uno muerto (el Kosmos), en un principio todo apuntaba a que los controladores de la red Iridium habían cometido una grave falta al no reaccionar apropiadamente. La respuesta de la empresa, previsible en estos tiempos de crisis, consistió en echar balones fuera y repartir culpas: primero, como no, a los rusos -que ya sabemos que son los malos oficiales del mundo mundial-, y después, puesto que la primera excusa no era muy creíble, le endosaron el muerto al software empleado para la detección de colisiones, denominado SOCRATES. Según Iridium, SOCRATES ofrecía numerosas alertas para ese mismo día y el acercamiento entre el Iridium y el Kosmos ni siquiera era una de las más importantes.
Ante esta perspectiva, ¿quién es el culpable? El problema de fondo es doble. Por un lado, no existe una base de datos de todos los objetos en órbita en tiempo real, así que ciertamente todas las predicciones de colisiones tienen un margen de error considerable, SOCRATES incluido. El segundo punto a tener en cuenta es que los militares norteamericanos, que son los que disponen de los mejores datos de objetos orbitales a través del Space Surveillance System (SSN), no hacen públicos todos sus datos. ¿Por qué? Pues para evitar así que los enemigos de los EE UU puedan conocer las limitaciones del sistema y las órbitas exactas de los satélites espías norteamericanos. Los datos del SOCRATES y otros sistemas similares no están por tanto debidamente actualizados, lo que impide que puedan ser usados para evitar colisiones en el futuro.
¿Pudo prevenirse?
Esto nos lleva a preguntarnos si los militares estadounidenses podrían haber previsto el choque al contar con información de primera mano. La respuesta no está clara, pero todo parece indicar que es afirmativa. Sin embargo, puesto que no existe ningún organismo oficial internacional de control de objetos orbitales, el STRATCOM no tiene ninguna obligación de avisar sobre ninguna colisión, más allá de la buena voluntad de sus jefes. Los militares norteamericanos realizan simulaciones de colisión con varios objetivos prioritarios (ISS, satélites de defensa, etc.) usando sus datos, pero es imposible que calculen de forma rutinaria estas probabilidades para los más de mil satélites activos en la órbita baja sin que exista un acuerdo internacional.
Como en algunos accidentes de aviación, este choque podría haberse evitado, pero parece complicado identificar a un culpable. Está claro que no podemos culpar directamente a Iridium, pero no por ello su conducta resulta menos reprochable. Lo honesto por su parte hubiese sido reconocer que no podían, ni podrán en el futuro, prever un accidente similar sin colaboración con el STRATCOM o con otros gobiernos, y no dedicarse a repartir acusaciones a diestro y siniestro.
Reparto de responsabilidades
Resulta gracioso que tantos analistas, además de Iridium, se hayan lanzado a criticar a Rusia por haber abandonado el satélite Kosmos en órbita baja cuando esto es una práctica que desgraciadamente es común a todas las potencias espaciales. También llama la atención que en un principio se haya comentado que Rusia no registró debidamente el satélite según el acuerdo de 1976, lo cual es cierto. Pero no fue el Strelá 2M el satélite que los rusos olvidaron registrar, sino…¡el Iridium!, ya que éste fue lanzado por Rusia en 1997. Curioso que estos mismos analistas, tan críticos cuando se trata de Rusia, no pestañeen siquiera ante la actitud del Pentágono respecto al satélite militar DSP-23, una verdadera amenaza para otros aparatos en la órbita geoestacionaria. Y en cuanto al respeto de tratados, los EE UU no tienen mucha legitimidad para acusar a Rusia del incumplimiento de un acuerdo menor cuando ellos se retiraron unilateralmente -eufemismo para violación– del tratado ABM de 1972, un hecho de gravísimas consecuencias para la estabilidad internacional.
En fin, que lo fácil, como siempre, es señalar a otro como el culpable, pero más difícil es encontrar soluciones.
Es muy probable que este incidente abra el debate sobre la necesidad de crear un control internacional de objetos en órbita, lo cual puede que requiera la instalación de más radares en diversas zonas del mundo que permitan trazar las órbitas de los satélites con una alta resolución temporal y espacial. Además sería necesario computar continuamente la probabilidad de colisión entre objetos, lo que requiere mucha potencia de cálculo. El problema es que los radares empleados para controlar satélites son los mismos que se usan para vigilar el lanzamiento de misiles balísticos. Con los EEUU empeñados desde hace años en desplegar un escudo antimisiles destinado a reducir la eficacia de las fuerzas estratégicas chinas y rusas, está claro que la instalación de más radares será un asunto polémico.
A corto plazo, lo ideal sería que el STRATCOM hiciese públicos todos sus datos de los objetos orbitales en tiempo real, salvo quizás aquellos pertenecientes a satélites militares, de forma parecida a cómo se comparte la señal del sistema GPS. Más a largo plazo se podría crear una base de datos internacional siempre y cuando otros países se sumasen a ella, algo muy complicado de llevar a cabo, pero esencial para intentar evitar futuras colisiones.
Más información
- Colisión en el espacio: ¿responsables?, Javier Casado.
- Un choque espacial, Javier Armentia.
- Basura espacial, Wikipedia.
- Síndrome de Kessler, Wikipedia.
Daniel Marín es astrofísico y divulgador científico.
Los países más desarrollados son los más interesados en el uso comercial (y de otros tipos) del espacio. Han puesto en marcha sistemas de seguimiento de basura espacial, como la ESA, que tiene un telescopio en Tenerife dedicado a ello. El problema, en mi opinión, hay que verlo desde la óptica de la descoordinación de agencias espaciales y la incompatibilidad de intereses civiles y militares.
Coincido con el criterio de Victor R. Ruiz,pero además ya es hora que los países se focalicen en encontrar alguna forma para recoger la basura espacial,que nosotros mismos irresponsablemente hemos depositado alli. Si se dedicaran las astronómicas sumas de dinero que se emplean para fabricar armas y en desatar guerras por todo el mundo a estas investigaciones, ya se hubiera encontrado una solución al problema,pero todavía los poderosos siguen con su ansias de ganar más y más dinero, a cuenta de la seguridad del planeta y por su puesto de sus habitantes.
!Veremos en que condiciones le vamos a dejar el planeta a nuestros hijos y nietos como herencia¡Sin bosques,con las aguas contaminadas,con el clima cambiando de forma irreversible, enfermedades sin cura y cayendo objetos del espacio encima de sus cabezas.
veremos a ver.