Del Manuscrito Voynich al telescopio de Galileo
Todo esto comienza para mí de una forma fortuita. Mi novela El Castillo de las Estrellas tiene como eje central no sólo la Astronomía, sino también el conocido e indescifrado Manuscrito Voynich.
Uno de los tipos que más tiempo ha invertido escudriñando sus páginas
es el británico Nick Pelling. Tiene su propia teoría acerca del origen
milanés del libro, tiene su propio libro sobre el libro The course of the Voynich y, además, continúa actualizando información en un blog llamado Voynich News
De la muchas noticias que refleja en su blog, Pelling se hizo eco de mi novela y de muchas otras acerca del Voynich.
Hasta aquí todo normal. Pero al poco tiempo me escribió para
preguntarme acerca de una cuestión bastante curiosa.
En los grabados del Voynich, y en los primeros intentos de su
traducción, circuló la teoría de que el monje franciscano Roger Bacon
-siglo XV- no sólo lo había escrito, sino que incluso habría incluído
en él -de forma sucinta y cifrando el texto- algunos ingenios
extraordinarios. Como la invención del microscopio o el descubrimiento
de alguna galaxia, lo que implicaba obviamente el uso de telescopios.
Aunque hoy en día estas hipótesis suenan ya disparatadas, tipos como
Nick de mente despierta desvían sus investigaciones hacia objetivos
paralelos. La pregunta simple es: ¿cuándo y quién inventó el telescopio?
Las patentes holandesas
Recientemente se ha publicado un libro sobre Galileo: Galileo’s Glassworks, escrito por Eileen Reeves. El propio Nick lo comenta en su blog aquí.
¿Cómo llegó el telescopio a manos de Galileo? La
teoría comúnmente aceptada es que el Senado de Venecia, sabedor de este
invento -parece que procedente de los Países Bajos-, le encargó
construir algunos con el fin de utilizarlos para la vigilancia, algo
tan necesario en un Estado que vivía del comercio marítimo. Si uno recurre a la la Wikipedia, la paternidad del telescopio es para Hans Lippershey.
Pero tampoco está muy claro. De hecho tuvo sus más y sus menos con el
hijo de un tal Zacharias Janssen, que lo reclamó. Incluso otro más
quiso meter la cuchara, un señor de nombre Jacob Metius.
Lo que sí
parece comprobado es que Lippershey lo entregó a Mauricio de Nassau para usarlo
en la guerra contra los españoles y que le dieron 900
florines como pago. Aunque parece que no lo patentó. Pero permanece
escrito que «…el portador reclama los derechos sobre cierto
artefacto por medio del cual todas las cosas a grandes distancias
pueden ser vistas como si estuvieran cerca si se mira a través de unos
cristales, y afirma que es invención…»
El discípulo de Galileo
La conexión española parece que tiene su origen en Jerónimo
Sirturo (o Girolamo Sirtori, originario de Milán), discípulo de
Galileo, y de un libro que publicó sobre el telescopio en Francfort en
1618, Telescopium siue ars perficiendi nouum. Al parecer habría viajado a España, «donde
se habría encontrado con un viejo artesano que manejaba herramientas
para pulir lentes y tendría el manuscrito de un monje en el que se
describiría con detalle el arte perdido de la óptica, y en particular
las curvaturas cruciales de las lentes».
La mayor parte de historiadores objetan que este párrafo no describe realmente una fabricación
de un telescopio, pero tanto la mencionada Eileen Reeves, como
anteriormente Albert van Helden (un holandés que en 1977 publicó un
excelente libro llamado La Invención del Telescopio) dan el nombre del artesano español: un catalán Rogeti Burgundi Barcinonae.
Juan Roget, fabricante de telescopios
¿Qué sabemos de los hermanos Roget? Parece que originarios de Gerona o
de Barcelona, su legado fue recogido por el estudioso José M. Simón de
Guilleuma en 1958, en los Annals del Institu d’Estudies Gironins. El breve documento se encuentra en la red (aquí).
Según el historiador, Juan Roget habría mostrado al italiano Sirturo
-además de la armadura de su telescopio, enmohecido por la acción del
tiempo-, las fórmulas para su construcción, y le autorizó para anotar
las proporciones. También se añade que Juan Roget era hermano de un
Roget de Borgoña, que residía en Barcelona y que con ayuda de sus tres
hijos -uno de ellos monje, dominico por más señas-, fabricaban
telescopios.
La existencia de los Roget está documentada: el anteojero
Juan estuvo casado con una francesa de nombre Juana y falleció entre
1617 y 1624. Su hermano en Barcelona era Pedro y su mujer Catalina
Isern, con la que tuvo tres hijos, uno de los cuales -Miguel- era
ciertamente dominico. Existe constancia de hasta tres olleres de llarga vista,
uno de los cuales perteneció a un noble, Pedro de Cardona, por lo que
tuvo que ser fabricado antes de 1608, que es la fecha en la que Hans
Lippershey (y también Jacob Metius) reclamó a los estados generales de
los Países Bajos la patente de su invención. En paralelo, aparece otro
telescopio en Italia en 1590, posiblemente reproducido -según Cronelis
de Waards, citado en un libro suyo de 1906- por Raffael Gualterrotti en
1598 y copiado más tarde por Zacarías Jansen -el tercer holandés en
discordia- en el año 1604.
Todo un lío de fechas, intereses y derechos de autor. El final
feliz es que cayó en manos de Galileo en 1609, tanto da quien lo
inventara primero. O dónde. Aunque no es mala cosa que tanto el primer telescopio como el último -o mayor- estén por aquí cerquita.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente el 2 de mayo de 2008 en el blog del autor, Enrique Joven
(astrofísico del Instituto de Astrofísica de Canarias y autor de la
novela El Castillo de las Estrellas). Esta semana los medios de
comunicación se han hecho eco de la aparición del artículo de Nick Pelling en la revista History Today. Enrique y Nick publicarán un artículo más detallado en la revista española Astronomía el próximo mes de noviembre.
Más información
- La autoría española de la invención del telescopio, Mariano Esteban Piñeiro (Universidad de Salamanca).