Esta madrugada, a las 4:33 ha subido al espacio el cohete Soyuz-Fregat en el que va montada la sonda espacial Venus Express de la Agencia Europea del Espacio (ESA). El pasado 26 de octubre era la fecha inicialmente planeada para ello, pero problemas con el montaje y la contaminación de la nave con el aislante obligaron a aplazarlo para permitir una completa revisión y limpieza.
Misiones a Venus
El lanzamiento, desde Baikonur (Kazajistán), marca el comienzo del viaje de la primera sonda europea al planeta que, estos días, justo tras la puesta de Sol, más brilla en el cielo hacia el suroeste. Desde la misión Magallanes, de la NASA, que entre 1990 y 1994 realizó un completo mapa de la superficie de este planeta que siempre aparece velado por una densa capa de nubes, sólo se habían acercado a Venus algunas misiones que, como la Cassini/Huygens en 1998 y 1999, aprovecharon un acercamiento al planeta para acelerarse y conseguir, en cierto modo como hacemos con una piedra y una honda, conseguir energía para llegar hasta Saturno.
En los años 70 fueron los rusos, principalmente, quienes se dedicaron a mandar sondas a Venus: las dieciseis misiones de la serie Venera, que llegó a posar varias de ellas y obtener las pocas fotografías que disponemos de su superficie, donde las temperaturas de 480 grados, capaces de fundir el plomo, y una atmósfera muy corrosiva en la que abunda el ácido sulfúrico, destruían los robots en pocos minutos. Tres sondas de la serie Mariner de la NASA y las dos Pioneer, camino de Júpiter, completan el magro censo de misiones de exploración venusiana. En 2007, una sonda japonesa llamada Planet-C se unirá a la Venus Express, que todavía estará funcionando.
Expreso a Venus
Venus Express ha sido una misión desarrollada en un tiempo récord, porque nació a partir de una idea de cómo reutilizar las tecnologías que la ESA había desarrollado para la sonda Mars Express, que lleva casi dos años observando Marte. En 2001, se comenzó a trabajar, manteniendo gran parte del diseño de la sonda de exploración marciana, e incorporando instrumentos de navegación y de observación también desarrollados para la misión de la ESA que sigue en camino a un cometa, Rosetta.
Hermana Venus
Venus es un poco menor que la Tierra (su radio es de algo más de seis mil km, un 95% del terrestre), y con una densa atmósfera. Precisamente su envoltura, que nos impide una observación directa de su superficie, va a ser uno de los objetos de estudio de la Venus Express. Se trata de una atmósfera muy diferente de la de nuestro planeta, aunque Venus no se encuentre tan lejos de nosotros: la rotación de Venus está casi sincronizada con su órbita en torno al Sol, de manera que el planeta da una vuelta sobre sí mismo cada 243 días terrestres, mientras que recorre su órbita en 224,7 días. Este día tan largo supone un aporte de energía solar a la atmósfera mucho más intenso que en nuestro planeta, cuya rápida rotación permite ciclos de calentamiento y enfriamiento más breves.
Una densa atmósfera
Como se encuentra a algo más de 108 millones de km del Sol, frente a los 150 que nos separan a los terráqueos de él, la energía solar que recibe es casi el doble. Y el contenido de su atmósfera, un 96% de dióxido de carbono y un 3% de Nitrógeno, produce un efecto invernadero gigantesco, responsable de las altísimas temperaturas de su superficie. Esa atmósfera, observada desde la Tierra con telescopios, sugirió a finales del XIX que Venus podría ser un mundo con grandes precipitaciones de lluvia, una especie de velado paraíso tropical: en la imaginación científica se creía a este planeta como un paraíso primitivo cubierto de bosques y ciénagas. Fue más tarde cuando se pudo analizar la altísima temperatura, desechándose esa idílica visión de Venus que, a pesar de ello, cuajó en la literatura de ciencia-ficción y en la imaginación popular.
Por otro lado, como Venus recibía su nombre de la diosa de la belleza, popularmente se siguió asociando este planeta a ese componente femenino, por más que ya desde mediados de los 50 los análisis mediante radiotelescopios descubrieran una superficie sin líquidos (desde luego, sin agua alguna, incapaz de mantenerse en estado líquido a esas temperaturas). En cualquier caso, la dinámica de la atmósfera venusiana sigue siendo una incógnita. En su parte alta, corrientes de alta velocidad, similares a los ciclones, recorren el planeta dándole una vuelta en poco más de cuatro días (esto equivale a una velocidad cien veces superior a la de los ciclones tropicales de nuestro planeta). Para entender cómo funciona, es preciso un análisis detallado de la estructura global de la atmósfera, cómo se divide en capas y cómo interactúan estas capas. Las observaciones realizadas con las misiones precedentes no duraron lo suficiente como para poder permitir un análisis completo, aunque se sabe que la parte inferior de la atmósfera cambia debido a la propia orografía de Venus (como sucede con la Tierra, aunque allí no hay masas oceánicas). Igualmente que la parte más exterina sufre alteraciones debido al viento solar: Venus no tiene campo magnético -como mucho una cienmilésima parte del nuestro-, ni así, una magnetosfera que es la que en nuestro planeta nos protege en parte de ese flujo de partículas que viene del Sol.
Superficie accidentada
Otro de los objetivos de la misión es conocer con más detalle la superficie de Venus. De los mapas mediante radar desde la Tierra de los años 60 y 70, pasando las altimetrías que proporcionaron las primeras misiones, se llegó a poder realizar una completa cartografía sólo con la misión Magallanes. Realizando un análisis comparativo con las superficies de otros planetas, parece que los cráteres de Venus no tienen más de 500 millones de años de antigüedad, un tiempo muy corto que indica, según los geólogos, la existencia de procesos que renuevan y alteran la superficie de este mundo. El vulcanismo puede ser, probablemente, el proceso responsable de esta lavado de cara permanente. Pero no se trata, como en la Tierra, de la existencia de volcanes que, de manera más o menos continua, van liberando la presión del interior de la corteza y realizando expulsiones de magma al exterior. Se cree que en Venus, a modo de una olla a presión, el calor interior genera en ciertas ocasiones un vulcanismo global, con gigantescas erupciones que reconstruyen casi por completo la superficie. La última vez que algo así sucedió fue hace 500 millones de años, pero no existen modelos para saber cuándo podría repetirse. Los sensores de la Venus Express intentarán, entre otros, resolver.
Una misión necesaria
Venus, a veces llamado el gemelo de la Tierra, es un mundo realmente muy diferente del nuestro, a pesar de las similitudes en el tamaño. Dentro de 153 días (en abril), el tiempo en que tardará en viajar desde la Tierra allí, la Venus Express se convertirá en un satélite artificial, y comenzará durante dos días venusianos su labor de análisis cartográfico del planeta y con sus sensores, sensibles a longitudes de onda desde el infrarrojo al ultravioleta, analizará la atmósfera y su dinámica. Otros detectores estudiarán la interacción de este planeta con el viento solar, que se cree fundamental para comprender la dinámica de la alta atmósfera. Equipos de trabajo de los países que componen la Agencia Europea del Espacio y de Rusia han diseñado esta misión que nos desvelará este planeta. Los expertos, en cualquier caso, saben que las incógnitas que aparecerán justificarán nuevas misiones de conocimiento.
Aunque por sus características dista mucho de lo que podría pasar en la Tierra, con el efecto invernadero desbocado que ha mantenido desde hace miles de millones de años a Venus como un verdadero horno -una visión más cercana al infierno que ese idílico paraíso que se imaginaban hace cien años-, el conocimiento de la atmósfera venusiana es algo que también puede aportar visiones sobre problemas que pueden acontecer en nuestra propia atmósfera.
Más información
- Página oficial de la misión Venus Express
- Seguimiento de la misión en Sondas Espaciales
- «Cita con Venus», una historia sobre Venus de los planetarios de A Coruña y Pamplona.