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Un año en Marte
Luis Alfonso Gámez

Mira, la estrella cometa«Nuestra visión de Marte ha cambiado radicalmente en doce meses», dice Ricardo Amils, microbiólogo de la Universidad Autónoma de Madrid. Los responsables son dos pequeños todoterrenos y un observatorio orbital. Llegaron al planeta rojo hace un año y han resuelto enigmas y abierto nuevas interrogantes. «Sabemos que, hace unos 3.500 años, el agua fue muy abundante, que fluyó por la superficie formando ríos y lagos. Lo que ignoramos es durante cuánto tiempo», indica el planetólogo Agustín Sánchez Lavega, astrofísico de la Universidad del País Vasco. Marte fue azul, aunque igual no dio tiempo a que la vida pudiera jugar sus cartas.

La vida prevista de los robots geólogos de la NASA era de tres meses -prolongables hasta seis, en el mejor de los casos- antes de que el polvo marciano cubriera sus paneles solares y los dejara sin energía. Llevan un año en activo y seguramente están en las últimas, pero siguen enviando información. Spirit fue el primero en aterrizar, el 4 de enero, y ha recorrido más de 4 kilómetros por el cráter Gusev; Opportunity llegó a Meridiani Planum el 24 de enero de 2004 y poco después vio rocas sedimentarias, formadas por el depósito de material arrastrado por el agua.

Marte azul

Steve Squyres, de la Universidad de Cornell y director de la misión, auguró entonces: «Estamos a punto de embarcarnos en lo que podría ser la exploración geológica de campo más excitante de la Historia». Un mes más tarde, la NASA anunciaba que el agua fluyó por la superficie de Marte y, el 24 de marzo, que Opportunity se encontraba «en lo que fue la orilla de un mar salado».

«Se trata de un lugar en el que había oleaje, en el que las aguas avanzaban y se retiraban» indica Francisco Anguita, planetólogo de la Universidad Complutense de Madrid, quien destaca el descubrimiento de los llamados arándanos, unas esferas de hematites que se encuentran en la Tierra donde ha habido lagos y mares, y que precisan de aguas muy ricas en hierro. Opportunity detectó, además, jarosita, un sulfato de hierro que también necesita agua para formarse.

El Marte húmedo primordial ha quedado retratado en los más antiguos canales, pero también hay otros producto de episodios acuosos más recientes. La playa de Opportunity sería una prueba de la existencia de agua líquida hace poco tiempo desde el punto de vista geológico, si bien ningún científico se atreve a dar una fecha. Algunos hablan de una segunda época húmeda que pudo acabar hace unos millones de años e incluso decenas de miles de años. Sánchez Lavega cree que «habrá habido momentos de inundaciones esporádicas en algunas zonas. Los optimistas hablan de mares; pero yo tengo mis reservas». «Las imágenes tomadas por la Mars Express muestran indicios de que hay volcanes activos y, muy probablemente, glaciares que lo han estado hasta hace pocos millones de años, lo que implica nieve y atmósfera densa», indica Anguita.

Desde el espacio, la nave europea Mars Express veía hace un año hielo de agua en el polo Sur marciano, algo a lo que ya apuntaban las detecciones de grandes cantidades de hidrógeno de la Mars Odyssey, que también descubrió este elemento en otras regiones bajo la superficie. Mars Express no ha encendido todavía su rádar Marsis. Hay un pequeño riesgo de que el despliegue de su antena -de 40 metros de largo- desestabilice la nave y la ESA no quiere correr riesgos: lo pondrá en marcha a finales de año o principios de 2006, una vez que se acabe de fotografiar al detalle el planeta y de hacer un mapa mineralógico. Los científicos esperan que Marsis desvele si hay agua en el subsuelo, algo de lo que casi ninguno duda. Que esté líquida o sólida es otro cantar.

¿Marte vivo?

«Que haya agua líquida en el subsuelo marciano es muy improbable», advierte Sánchez Lavega, quien cree que es muy posible que se encuentre en forma de permafrost, hielo de agua mezclado con tierra. «Si está líquida, las posibilidades de que haya vida en Marte son mucho mayores», destaca Amils, director del Laboratorio de Extremofilia del Centro de Astrobiología (CAB), dedicado al estudio de organismos que viven en ambientes extremos. Si la vida microbiana apareció en Marte en algún momento de su historia húmeda, podía haber sobrevivido en el subsuelo, junto al agua y protegida de la radiación ultravioleta que achicharra la superficie.

La Mars Express ha detectado en la atmósfera una sustancia que puede estar relacionada con la vida: el metano. El hallazgo de este gas, que puede tener origen geológico o biológico, ha sido confirmado por dos telescopios terrestres. En la Tierra, la mayor parte del metano atmosférico procede de los pedos de las vacas. En el aire marciano, hay 10.000 veces menos metano que en el terrestre, pero, teniendo en cuenta que la radiación solar lo destruye, para que la cantidad se mantenga constante la aportación anual tiene que ser de unas 9.000 toneladas.

«¿De dónde viene ese metano? Puede proceder de volcanes activos recientes, aunque no podemos descartar la vida» reconoce Anguita. «Todo lo que tenemos por ahora son indicadores indirectos que apuntan hacia la vida; pero nada concluyente» sentencia Amils, quien espera que futuras misiones desentrañen el enigma del metano, dado que su estructura puede servir para determinar su origen. Otro asunto a resolver en el futuro es cuándo y durante cuánto tiempo hubo agua líquida en la superficie.

«Con los rovers ves las cosas de cerca; es como si estuvieras caminando por allí», dice Anguita. Este geólogo está convencido de que la solución a los nuevos enigmas de Marte «las darán los robots. Si puedes mandar cien misiones robóticas por lo que cuesta una tripulada, es para pensárselo, ¿no?». ¿Existen los marcianos? ¿Existieron? Ninguna de estas dos preguntas tiene respuesta en ningún sentido; por el momento.

«Del Pathfinder (el todoterreno de 1997) se aprendió que había que rascar las piedras» recuerda Ricardo Amils. La misión de Spirit y Opportunity y las observaciones de Mars Express indican ya cuál es el siguiente objetivo: el subsuelo. Por eso, la prioridad ahora para las naves que aterricen en el planeta es contar con algún sistema que les permita perforar el terreno, algo que no es fácil.

La NASA no ha puesto fecha de momento a una misión en la que habría que adentrarse en el terreno hasta cientos de metros de profundidad, sin contar con la ayuda del agua para refrigerar la broca y sacar los escombros a la superficie. Antes, en agosto, despegará el Mars Reconnaissance Orbiter, un observatorio equipado con las cámaras fotográficas más potentes que nunca se han mandado a Marte y con un rádar para buscar agua bajo el suelo. Dentro de dos años, partirá el laboratorio de superficie Phoenix y, en diciembre de 2009, el Mars Science Laboratory, un todoterreno geólogo de gran tamaño.

El viaje humano es, de momento, improbable, por mucho que George W. Bush anunciara hace un año el regreso del hombre a la Luna antes de 2020, como preámbulo al envío de «misiones tripuladas a Marte y otros mundos». Además del elevadísimo coste de un proyecto de estas características -que no podría afrontar Estados Unidos en solitario-, queda demasiado por hacer en el planeta rojo antes de arriesgarse a mandar allí seres humanos.

«Conocemos muy bien cómo funciona la atmósfera marciana. El único fenómeno que se nos escapa -que no podemos predecir- son las tormentas de polvo que llegan a cubrir todo el planeta durante un año y podrían poner en apuros a una eventual expedición humana: ¿de dónde sacarían la energía con el Sol eclipsado por el polvo?» se pregunta Sánchez Lavega, quien, como el resto de sus colegas, aboga por la exploración robótica.

© Luis Alfonso Gámez. Publicado originalmente en El Correo. Prohibida su reproducción.

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