En primer lugar, el asunto de las evidencias de que en Marte hubo agua. Este ha sido el año de Marte, con la mayor presencia de sondas científicas que nunca ha existido sobre un planeta (aunque como estamos comenzando eso de la era espacial, con poco más o menos medio siglo de vida, tampoco es raro que estas primicias se den). El segundo puesto ha sido para el descubrimientode una especie humana desconocida que perduró más incluso que los neandertales, ese Homo floresiensis de reducido tamaño y que ha dado un vuelco a la historia de las raíces de la humanidad. Dos descubrimientos sin aplicación práctica, que no son parte de esa ciencia más instrumental que suele ser más valorada: la que proporciona terapias o tecnologías que van cambiando el mundo. Ciencia básica que, a veces, llega a ser primera plana. Por supuesto, la otra también: nuevos avances en genética y medicina, nuevos materiales…
En este Top 10, y a pesar de la idea de la torre de marfil en la que usualmente se coloca a los científicos, hay también conciencia social: las iniciativas para conseguir medicamentos baratos para las enfermedades del tercer mundo, la constatación de los efectos del cambio climático sobre la biodiversidad, o la creciente preocupación sobre lo poco que se invierte en ciencia y, sobre todo, lo mal que se invierte, esa intervención constante de la política y sus intereses. Queda, sin duda, mucho por andar.