sigma Orionis es una región de formación estelar, famosa para los
astrofotógrafos aficionados, puesto que ahí se encuentra la nebolusa
del Caballo, a unos 1000 años luz del Sistema Solar.
El año pasado, este grupo de investigadores lleva estudiando la
zona de Orión desde 1998. El año pasado publicaron un trabajo sobre
sigma Orionis, catalogando unos 50 objetos débiles candidatos a enana
marrón, objetos relativamente fríos con menos de 0,8 masas solares
que no mantienen reacciones nucleares de forma estable. El artículo
ahora presentado es un avance significativo que ha permitido detectar
objetos aún más débiles y, tentativamente, aún con menor masa.
Aunque se ha extendido la noción de que los planetas no tienen luz
propia y los vemos gracias a la luz reflejada de sus estrellas, tanto
los planetas masivos como las enanas marrones (los llamados «objetos
subestelares») irradian energía propia. Esta energía calórica se
produce por la lenta contracción gravitatoria y, por tanto, tiene su
máxima emisión en los rayos infrarrojos (luz menos energética que la
visible). Con el paso de los eones, estos objetos terminan por
enfriarse demasiado y dejan de ser detectables con los actuales
instrumentos de observación.
Debido a esto, el grupo de astrofísicos han seleccionado una zona
de formación estelar muy joven. sigma Orionis es una estrella masiva,
joven y muy brillante (tipo O) con una edad estimada de entre 1 y 5
millones de años: una recién nacida a escala galáctica. Además, han
usado telescopios infrarrojos como el Carlos Sánchez de 1,5m
(Observatorio del Teide) y el UKIRT (Mauna Kea) de 3,8 metros de
diámetro.
Observando esta zona, el grupo de astrofísicos encontró unos
dieciocho objetos candidatos que cumplen las espectativas: rojos y
débiles. ¿Cómo no confundirlos con estrellas frías, enanas marrones o
incluso galaxias muy lejanas? Para tres de ellos (S Ori 52, S Ori 56,
and S Ori 60) se ha observado con los telescopios Keck I y II en
Hawaii para obtener su espectro y así determinar la composición,
confirmando sin duda alguna que se tratan de objetos entre 5 y 18
masas jovianas: no son enanas marrones y mucho menos estrellas
enanas. La temperatura superficial se calcula en unos 1800° C.
El problema está en determinar la edad que tienen en estos
momentos. Si sólo han pasado 5 millones de años desde su formación,
entonces tendrían entre 18 a 8 masas jovianas. Si, por el contrario,
el cúmulo de objetos tiene 1 millón de años, se puede deducir que los
objetos menos masivos observados tendrían solo 5 veces la masa de
Júpiter. Teniendo en cuenta que la Tierra tiene 4.600 millones de
años… comparativamente estos megaplanetas son ¡muy precoces!
¿Cómo es que encontramos planetas solitarios? Los planetas, tal y
como lo hemos entendido hasta el momento, se formarían en discos de
materia al amparo de una estrella, gracias a la agregación de
pequeños planetesimales. Desde que en 1995 Michael Mayor y Didier
Queloz descubrieran 51 Pegasi, mediante técnicas indirectas se ha
confirmado que existen sistemas planetarios, muchos de ellos con
planetas muchísimo más grandes que Júpiter. El gran brillo de la
estrella y la debilidad de los planetas ha impedido hasta el momento
su observación directa.
Pero los 18 candidatos a superjúpiteres detectados parecen haberse
formado con mecanismos similares a los de las estrellas y enanas
marrones, mediante el colapso de una nube de gas interestelar. Esto
es una sorpresa, puesto que los modelos de formación estelar no
parecían eficientes con objetos tan pequeños.
Rafael Rebolo explica que «el descubrimiento supone un desafío para
la teoría. En realidad, no existe una explicación definitiva. Estos
cuerpos parecen demasiado numerosos y jóvenes para haberse formado en
discos protoplanetarios y haber sido expulsados después como
resultado de las colisiones entre las estrellas que poseen esos
discos. Es más plausible la posibilidad de que surjan directamente de
la fragmentación y el colapso de las nubes de gas, un proceso que
quizá ocurra en tan sólo unos pocos millones de años».
El grupo de astrofísicos del IAC apuntan a que, de aplicar la
cantidad de superplanetas en Orión a toda nuestra galaxia, existirían
cientos de millones de objetos como estos vagabundeando por la Vía
Láctea. De hecho, haciendo números, podrían haber unos 30 o 40 en un
radio de veinte años luz.
El artículo de Science está firmado por María Rosa Zapatero Osorio
(IAC-CalTech), Víctor Sánchez Béjar (IAC), Eduardo Martín
(CalTech-Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawai), Rafael
Rebolo (IAC-CSIC), David Barrado y Navascués (Instituto Max Planck de
Astronomía-UAM), Coryn Bailer-Jones (Instituto Max Planck de
Astronomía) y Reinhard Mundt (Instituto Max Planck de Astronomía).
Estas investigaciones suponen un cambio interesante en la visión
que tenemos del medio intergaláctico y vemos como, casi sin ser
conscientes de ello, nuestra visión de la mecánica celeste se vuelve
mucho más rica y dinámica que los viejos esquemas mantenidos durante
siglos… ¡si Copérnico levantara la cabeza! No sólo la Tierra no es
centro del Universo, ni de la Galaxia, ni del Sistema Solar. Es que
ahora ni siquiera todos los planetas se forman y orbitan alrededor de
una estrella.
Una vez más, los investigadores españoles demuestran que están a la
vanguardia de la astrofísica, algo impensable hace unas pocas
décadas. Concretamente, el joven equipo de R. Rebolo, M.R. Zapatero,
V.S. Béjar y E. Martín como uno de los grupos más serios de la
astrofísica actual, que cuentan ya en su haber con un importante
aporte al campo de los objetos subestelares. Es de esperar que con la
inauguración de el Gran Telescopio Canarias a finales del 2003, se
incremente el número de astrofísicos punteros en España, así como
nuestra aportación al conocer de la Naturaleza.