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Extienden la vida de la Galileo
Gabriel Rodríguez Alberich

Mira, la estrella cometa

Un comienzo tumultuoso

La misión Galileo no ha estado libre de dificultades. Ya antes de que
estuviera en el espacio surgió el primer problema. Los ingenieros
tuvieron que idear otra forma de llevarla hasta Júpiter, porque el
cohete que le iba a dar impulso para su viaje -el cohete Centauro- fue
prohibido. Se les ocurrió aprovechar la energía potencial gravitatoria
en vez de la energía química, y diseñaron un recorrido marcado por
tres asistencias gravitatorias, una con Venus y dos con la Tierra.

La Galileo despegó en octubre de 1989 abordo del transbordador
Atlantis. Su nuevo recorrido alargó el tiempo que tardaría en llegar
al sistema joviano, pero también aumentó el valor científico de la
misión, pues a lo largo de este complejo viaje la nave se encontró con
Venus, la Tierra y con los asteroides Gaspra e Ida.

Muchas más sorpresas (buenas y malas)

Tampoco faltaron los problemas durante el camino. Meses antes del
encuentro con el asteroide Gaspra, tocó desplegar la antena de alta
ganancia de la nave. Sin embargo ésta se atascó y no hubo manera de
arreglarla. Hasta la fecha las transmisiones se han tenido que hacer
mediante la antena de baja ganancia. Pero también llegaban buenas
noticias. Gracias al encuentro con Ida, la nave Galileo realizó su
primer gran descubrimiento: una luna orbitando alrededor de este
asteroide, la primera vez que se observaba algo así. Esto sucedía en
agosto de 1993, a mitad de camino hacia Júpiter. Poco tiempo después,
hacia el verano siguiente, la Galileo fue testigo ocular de uno de los
sucesos astronómicos más raros e importantes de los últimos tiempos,
el impacto del cometa Shoemaker-Levy 9 sobre la superficie de Júpiter.

Recta final hacia el gigante

Un año después del espectáculo del S/L 9, la nave Galileo se enfrentó
a una última prueba antes de encontrarse con Júpiter y su prole. En
julio de 1995, la nave orbital Galileo se desprendió suavemente de la
sonda atmosférica, en una trayectoria que la llevaría hacia la
atmósfera de Júpiter 5 meses después, en diciembre.

Para no seguir el
mismo destino que la sonda, la nave orbital tenía que desviarse de ese
curso. Fue la primera vez que se encendía el motor principal de la
nave, tras 6 años en el espacio. El motor respondió bien y permaneció
encendido durante 308,1 segundos.

El 7 de diciembre de 1995 fue el
esperado día de llegada. Primero la Galileo sobrevoló el satélite
Europa (a 32.500 km). Cinco horas después, mientras describía su
primera curva alrededor de Júpiter, pasó a sólo 900 km de Io, y aquí
comenzaron las mediciones. No se tomaron imágenes de los satélites
(una gran pérdida) por problemas en la cinta de grabación, pero sí se
hicieron mediciones de partículas, en particular del anillo (un toro)
de plasma existente a lo largo de la órbita de Io. También se confirmó
la existencia de un enorme núcleo de hierro dentro de este satélite.
Durante esos momentos, la sonda atmosférica soltada hacía 5 meses
comenzó también a hacer mediciones de partículas en los bordes de la
atmósfera joviana.

Cuatro horas y media después, en su mayor
acercamiento a Júpiter, la nave orbital comenzó a recibir datos de la
sonda, que ya había desplegado su paracaídas y se encontraba en el
interior de la atmósfera. La sonda envió información acerca de la luz
solar, presión, temperatura, actividad eléctrica, vientos, composición
y estructura de la atmósfera de Júpiter. Aproximadamente una hora y
media después, a una presión de 24 bares y 1.700 grados Centrígrados,
la sonda dejó de transmitir. Nueve horas después toda la sonda se
había evaporado.

En casa

Hora y media después de dejar de recibir señales de la sonda, la nave
Galileo encendió su motor principal durante 49 minutos en una maniobra
crítica para colocarse en órbita alrededor de Júpiter. La operación
fue bien y la Galileo se situó en la primera órbita de un total de 11
planeadas para su misión.

Hoy, después de haber recibido dos
extensiones (además de la actual), la nave Galileo se encuentra
orbitando alrededor del gigante en su vuelta número 30. Durante este
tiempo nos ha enviado muchas fotografías de Júpiter y sus lunas, ha
descubierto un mar salado líquido bajo la capa de hielo de la
superficie de Europa, ha observado los procesos volcánicos de Io, ha
detectado el campo magnético interno de un satélite (Ganímedes), y
muchos descubrimientos más.

El próximo 25 de mayo, un encuentro con
Calisto lanzará a la nave hacia las regiones polares de Io. Allí
estudiará sus volcanes y tratará de determinar si Io tiene su propio
campo magnético, además de estudiar el toro de gas ionizado existente
a lo largo de la órbita de Io.

A finales de 2002, la Galileo se
acercará a Júpiter más que nunca para sobrevolar Amaltea y medir su
masa y densidad. En 2003, la nave entrará en su última órbita
alrededor del planeta, y en agosto acabará sumergiéndose en él, igual
que la sonda hace cinco años, para pasar a formar parte de la
atmósfera del gigante rojo.

Galileo