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Científicos españoles afirman haber descubierto signos de vida en el meteorito de Marte
Víctor R. Ruiz

Mira, la estrella cometa

Las brújulas orgánicas marcianas

En 1996, David McKay y otros científicos estadounidenses, en una
solemne rueda de prensa celebrada en la Casa Blanca y con Bill Clinton
como maestro de ceremonias, anunciaron
el descubrimiento de
fósiles de bacterias
en un meteorito marciano, el denominado
ALH84001. Sin embargo, desde entonces la controversia científica no ha
cesado, puesto que hay muchos investigadores que piensan que tales
fósiles son muy pequeños para ser de bacterias y que podrían haber
sido originados por procesos naturales.

Con este panorama, en diciembre del pasado año, Carmen Ascaso y
Jacek Wierzchos anunciaron en una conferencia celebrada en el
Planetario de Madrid, el descubrimiento de pruebas de la existencia de
vida en el pasado de Marte. Para ello, Ascaso (Servicio de Microscopia
de Ciencias Medioambientales-CSIC) y Wierzchos (Universidad de Lleida)
investigaron el ALH84001 mediante un sistema microscópico diferente al
usado por hasta ese momento los estadounidenses que les permitía
analizar el interior del meteorito sin destruirlo. Ascaso explicó
que lo que habían descubierto eran «pequeños
cristales de magnetita, pero no aislados, sino en forma de cadenas.
Esto en la naturaleza sólo lo producen los excrementos de unos seres
vivos llamados bacterias magnetotácticas».

La magnetita está formada por óxido de hierro (Fe3O4) y se producen inorgánicamente en la Tierra. Pero los cristales de magnetita fabricados por las bacterias magnetotácticas son diferentes: son químicamente puras, libre de defectos y su tamaño y forma son características.
Las bacterias magnetotácticas agrupan los cristales de magnetita en cadenas dentro de sus células. De esta forma, los cristales se convierten en una brújula muy eficiente, que es esencial para ayudar a la bacteria a localizar fuentes de comida y energía.

Los
investigadores creen que hace más de 4000 millones de años existieron
bacterias de tipo magnetitácticas en Marte, y que serían las
responsables de las estas estructuras en cadena. Aunque hoy en día Marte tiene un campo magnético
apenas perceptible (y por tanto, de difícil uso para las brújulas), en 1998 científicos estadounidenses hallaron
indicios de que éste fue mucho más potente en el pasado del Planeta Rojo.

Carmen Ascaso concluía
que «a la luz de los resultados que tenemos, podemos afirmar que hay
indicios, aunque no evidencias, de actividad biológica en el fragmento
de roca marciana. Hemos observado también estas cadenas de magnetitas
en muestras geológicas del Atolón de Mururoa. La existencia de estas
cadenas me hace pensar que hubo microorganismos en Marte».

Los resultados de esta nueva investigación, completadas con las
aportaciones de Michael Winkelhofer (Universidad de Munich) e Imre
Friedmann (Centro de Investigación Ames-NASA), han sido publicadas en
la revista «Proceedings» de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU.
Sin embargo, las declaraciones realizadas por Friendmann son bastante
más contundentes que las del equipo español: «Hasta ahora, el estudio
de la vida ha sido como tratar de dibujar una curva usando un solo
punto: la vida en la Tierra. Ahora tenemos dos puntos tenemos dos
puntos para dibujar la curva de la vida».

En el mismo número de «Proceedings», el equipo de Kathie
Thomas-Keprta (Centro Espacial Jonhson-NASA) publica otro trabajo en
el que comparan los cristales de magnetita del meteorito (no las
cadenas) con los generados por bacterias «modernas» terrestres. Entre
los integrantes de este grupo se encuentra David McKay, autor original
de la hipótesis de los fósiles bacterianos en ALH84001. Los dos
grupos de científicos (el de Ascaso y Keptra) han estudiado, y
eliminado, la posibilidad de que el meteorito esté contaminado por
material orgánico terrestre. Kathie Thomas cree que estas huellas
son «la evidencia de vida más antigua encontrada hasta el momento»,
incluso más antigua que los fósiles de vida en la Tierra. Sin embargo,
y pese a los titulares, nos todos los científicos están de acuerdo con
tanto optimismo.

Ralph P. Harvey, un geólogo que también ha estudiado el meteorito
no cree que «este informe pueda ser considerado como prueba».
Según Harvey,
el estudio se basa en la premisa de que la magnetita tienen un origen
bacteriológico, porque no se conocen procesos inorgánicos que los
produzcan. Harvey opina que primero han de descartarse mediante
experimentos si realmente es imposible que se puedan crear de forma
natural.

ALH84001: ¿El Gran Marciano?

El meteorito ALH84001 fue encontrado en 1984 en la Antártida, en una
expedición de la Fundación Nacional para la Ciencia de EEUU dedicada a
recolectar rocas espaciales. El desierto helado de la Antártida es una
zona ideal para recoger meteoritos porque todo lo que cae en la nieve
sólo puede venir del cielo. Este pedruzco fue hallado en las colinas
Alan Hills, de ahí su «matrícula»: ALH (por Alan Hills) 84 (año) 001
(número de serie).

Durante muchos años, el ALH84001 estuvo resguardado en un estante
como un objeto poco interesante, clasificado como roca Lunar. Tiempo
después, un investigador comenzó a analizar la composición del
meteorito y se dio cuenta de que en realidad provenía de Marte.

Pero ¿cómo pueden estar seguros los científicos que este meteorito
viene de Marte y no de otro lugar?

Primeramente, por la superficie negruzca y acristalada de la roca,
como todos los meteoritos, se fundió en la reentrada a la atmósfera de
la Tierra. De ahí se deduce que es realmente un meteorito y no una
roca terrestre.

A continuación, al analizar el meteorito, se descubre que los
cristales del interior, verde-grisáceos, están orientados en
diferentes direcciones, una evidencia de que los minerales fueron
sometidos a un choque violento. (Esto es lo que se esperaría si un
asteroide asteroide impactara contra Marte y enviara los trozos al
espacio, en los que algún tiempo después, llegaría a la Tierra por
casualidad).

Además, en los gases atrapados en el meteorito se observa una
proporción de deuterio/hidrógeno que concuerda con el de la atmósfera
de Marte. Dado que la gravedad superficial de Marte es sólo el 38% de
la Tierra, la atmósfera marciana tiende a perder el hidrógeno más
rápido que el deuterio. El meteorito también contiene argón, criptón,
neón y xenón en proporciones consistentes con las de la atmósfera
marciana según los datos enviados por las sondas Viking.

Según explican científicos de la NASA «existen otros 11 meteoritos,
llamados los SNCs, de los que se tiene también casi absoluta certeza
que son de Marte». La atmósfera marciana «es muy diferente a la de la
Tierra, la de Venus y de cualquier otra fuente de gas que hasta
ahora hemos encontrado».

La hipótesis más plausible es que el impacto de un meteorito hace
3900 millones de años lanzó al espacio interplanetario al ALH84001.
Durante eones, orbitó alrededor del Sol, hasta que hace 13 mil años
cayó en la frías nieves de la Antártida.

ALH84001