Nota: Pablo Santos Sanz, astrofísico del Instituto de Astrofísica de Andalucía, es co-descubridor de 2003 EL61, junto a José Luis Ortiz y Francisco Aceituno. Se trata de un gran objeto transneptuniano con dos lunas. El descubrimiento se realizó en el año 2005 desde el Observatorio de Sierra Nevada, con imágenes obtenidas en el año 2003. El objeto, casi tan grande como Plutón, había sido descubierto meses antes por un equipo estadounidense, liderado por Mike Brown (Caltech), pero lo habían mantenido en secreto para obtener más datos. Los estadounidenses acusaron al equipo de Sierra Nevada de haber usado sus datos para descubrirlo y desde entonces la controversia se ha vivido tanto dentro de la comunidad científica como en los medios de comunicación. La pasada semana la Unión Astronómica Internacional decidió otorgarle a este cuerpo el nombre sugerido por el equipo de Brown, Haumea, derecho que solo corresponde a sus descubridores. Pablo Santos Sanz, a quien agradecemos su colaboración, relata sus experiencias y reflexiones.
La búsqueda de transneptunianos
Llegué a Granada en julio de 2003, aunque no empecé a trabajar seriamente en el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) hasta septiembre de ese mismo año. Por esas fechas José Luis Ortiz y Francisco J. Aceituno estaban llevando a cabo un rastreo del cielo desde el observatorio de Sierra Nevada con 4 pequeños telescopios (de 35cm de diámetro) para buscar objetos transneptunianos gigantes. Cuando yo me incorporé al equipo los datos que había eran ya ingentes, y aún no se habían empezado a reducir seriamente.
En septiembre de 2003, además de empezar a mirar los datos de ese mes, comencé también a involucrarme en tareas observacionales, por lo que apenas tenía tiempo para adquirir los datos y luego inspeccionarlos a toda prisa para intentar que no se fueran acumulando (pese a mis esfuerzos sí se acumulaban). En aquella época no teníamos aún un software de búsqueda de objetos en movimiento automático, y había que hacerlo casi todo a mano animando las imágenes e inspeccionándolas a ojo a la búsqueda de algún objeto nuevo moviéndose entre imagen e imagen.
El tiempo se me iba en observar y en trabajar con esos datos frescos de cada campaña mensual (típicamente observábamos 15 días al mes
centrados en la luna nueva). Sólo de vez en cuando tenía algo de tiempo para mirar datos de campañas antiguas, empezando por los más cercanos a
mi fecha de incorporación al grupo de investigación en septiembre de 2003. Fue transcurriendo el tiempo y 2 años después, en 2005,
ya teníamos herramientas más potentes y automáticas para analizar los datos. Pero había un problema añadido. Al principio del
rastreo, allá por diciembre de 2002, se cambiaban a menudo las configuraciones de los telescopios (los detectores CCD, los
enfocadores, los reductores focales, etc) lo que hacía que analizar datos de campañas muy lejanas en el tiempo fuera un auténtico suplicio
pues las imágenes tenían diferentes tamaños angulares, distintas magnitudes límite, etc que las que estábamos tomando en el 2005. Buscar objetos en imágenes de principios del rastreo era una verdadera tortura, pues muchas cosas podían cambiar de campaña en campaña (de hecho en los inicios se estaba probando hasta encontrar la configuración más adecuada y optimizada a lo que queríamos hacer).
El descubrimiento
Así las cosas, en julio de 2005 pude hincarle el diente a algunas imágenes de principios de 2003. Y por fin, a finales de julio de 2005, inspeccionando imágenes del 7, 9 y 10 de marzo de 2003 detectamos un objeto muy lento y extremadamente brillante ¡¡magnitud 17.5!!, algo inusual para un objeto transneptuniano. Mi primera reacción fue pensar que algo estaba mal, no podía ser, quizá fuera un asteroide cerca del punto estacionario. Era muy raro, de ser un transneptuniano estábamos ante el más brillante nunca descubierto, aparte de Plutón.
Jamás olvidaré el día que ví por primera vez las imágenes y al objeto saltando de una a otra (porque de hecho yo fui el primero del
grupo que lo vio; alguna vez la tediosa tarea de mirar miles y miles de imágenes tiene que tener su recompensa). Creo que di un bote en la
silla ante lo que podía significar ese puntito saltando delante de mis ojos… ¡ignorante de lo que se nos venía encima!
La confirmación
Como había ciertas cosas poco claras, sobre todo el brillo desmedido para ser un transneptuniano, no quisimos precipitarnos. Queríamos estar seguros de que era un objeto real antes de enviar el hallazgo al Minor Planet Center
(MPC). En ese breve pero intenso tiempo de espera encontramos en internet un resumen de un congreso que iba a celebrarse en septiembre de 2005 (el DPS 2005). En ese resumen Mike Brown y colaboradores hablaban de un transneptuniano muy brillante. El objeto se bautizaba con un nombre provisional muy extraño en el resumen de Brown, no con el nombre típico que suelen ponerle a un objeto una vez anunciado al MPC, ¿sería el mismo objeto que acabábamos de descubrir?
Para verificarlo hice lo lógico que habría hecho cualquiera: utilicé San Google. Tecleé el nombre que aparecía en el resumen de Brown y la búsqueda me llevó a varias páginas que parecían los resúmenes de planes de observaciones
con un telescopio (es decir, las coordenadas de los campos a los que se había apuntado al observar). Se lo comenté a José Luis pero no llegamos
a ninguna conclusión respecto a si el objeto era o no el que habíamos detectado en nuestras imágenes. Buscamos incluso en el MPC un objeto lento tan brillante como el nuestro, pues cabía la posibilidad de que alguien hubiera anunciado el descubrimiento y no nos hubiéramos dado cuenta de ello. Pero no, en el MPC no había ningún objeto con esas características. Era 29 de julio de 2005 y decidimos mandar los datos de nuestro descubrimiento al MPC.
Posteriormente, y como aún teníamos dudas de que el objeto fuera realmente un transneptuniano, pedimos ayuda a Reiner Stoss (colaborador
del Observatorio Astronómico de Mallorca), que es un experto en hacer recuperaciones hacia atrás en el tiempo
(precovery) de cuerpos menores del Sistema Solar. Reiner hizo un excelente trabajo y recuperó el objeto incluso en placas digitalizadas del Monte Palomar de 1955 ¡Estaba claro que era un objeto real y casi seguro un transneptuniano! Enviamos también estos datos pre-descubrimiento al MPC.
La controversia
Poco después, Mike Brown nos escribió felicitándonos por el descubrimiento. Finalmente resultó que el objeto era el mismo que él ya había observado y no había reportado. Debido a nuestro anuncio, Brown se vió obligado a reportar precipitadamente al MPC
otros dos transneptunianos gigantes que había descubierto hacía tiempo y que estaba ocultando a la comunidad científica. Durante el tiempo que
tuvo ocultos estos objetos (conocidos ahora como Eris y Makemake) y el descubierto por nosotros (2003 EL61) tuvo tiempo de hacer mucha ciencia en solitario y eliminar así a posibles competidores que podrían haber observado también estos objetos.
Desgraciadamente la actitud de Brown hacia nosotros cambió cuando se dió cuenta de que desde nuestras IPs habíamos consultado sus
planes de observación. Pero eso ya es otra historia que puede leerse hasta en el New York Times, dónde se me acusó incluso de «navegar con pericia por internet y de ser un avezado hacker», cuando lo único que hice en realidad fue usar Google. Pero así se escribe la historia.
El derecho de nomenclatura
A pesar de todo el revuelo mediático, finalmente se nos concedió el crédito del descubrimiento por lo que teníamos derecho a nombrar el objeto descubierto. El 11 de septiembre de 2006 mandamos una propuesta formal de nombre al MPC proponiendo el nombre de Ataecina, una deidad íbera, para el objeto que hasta entonces se llamaba 2003 EL61. La propuesta que enviamos al MPC era la siguiente:
Ataecina 136108 Iberian goddess (136108) Ataecina = 2003 EL61 Discovered 2003 Mar. 7 at the Sierra Nevada Observatory in the course of the Survey for large TNOs. Ataecina is a pre-roman goddess worshiped in the ancient Iberian peninsula and usually associated to the Roman Proserpina, the goddess of the underworld. Ateacina, of likely Celtic origin, is one of the best known Iberian deities.
Y la cosa quedó ahí. Hasta el pasado 17 de septiembre de 2008 en que la Unión Astronómica Internacional anunció que sus órganos internos con
potestad para poner nombres a los cuerpos menores del Sistema Solar, el Committee on Small Body Nomenclature (CSBN) y el Working Group for Planetary System Nomenclature (WGPSN) habían decidido poner a 2003 EL61 el nombre de Haumea. ¡Haumea! La sorpresa fue más desagradable cuando comprobé que el nombre era el propuesto por el grupo de Brown, que en principio no debería tener derecho, ya que no es el descubridor oficial del objeto, aunque sí de sus dos satélites.
Reflexiones al pie del telescopio
Desde mi modesta opinión esta decisión sienta un pésimo precedente ya que es la primera vez que un cuerpo menor del Sistema Solar no es nombrado por sus descubridores oficiales. Es como que nos hubieran quitado ese derecho sin contemplaciones y sin dejarnos siquiera lugar a réplica o defensa. La excusa que esgrime ahora el CSBN-WGPSN es que no se tomó en consideración nuestra propuesta de nombre ya que los nombres de dioses del inframundo se recomienda que se usen para objetos que están en resonancia con el planeta Neptuno, como el propio Plutón. Ataecina, al ser una diosa del inframundo, emparentada con Plutón, entraría en esta categoría. El problema es que el MPC-CSBN sólo da recomendaciones sobre los nombres, no son reglas que haya que cumplir a rajatabla. Es una excusa más para quitar nuestro nombre de en medio y dar el crédito, de forma encubierta, al grupo de Brown, curiosamente estadounidense, como gran parte de los miembros del CSBN-WGPSN.
Algo bastante desagradable de toda esta historia es que a nosotros en ningún momento se nos ha comunicado todo el proceso interno que ha llevado a la elección del nombre. Nos hemos enterado de todo después, a toro pasado, cuando ya la decisión estaba tomada y el nombre puesto. No se nos ha enviado, por ejemplo, la decisión final del nombre elegido, ni ningún tipo de comunicación referente a que nuestra propuesta de nombre podía ser rechazada en virtud de esas recomendaciones, que NO reglas, sobre nombres. Se da además la circunstancia de que 2003 EL61 es el quinto planeta enano al que se bautiza, tras Ceres, Plutón, Eris y Makemake, y no existe aún una normativa clara para nombrar este tipo de objetos.
Poco a poco van llegando noticias de como se desarrolló el proceso de elección del nombre, y parece que los secretarios de ambos comités
(el CSBN y el WGPSN) tenían mucha prisa por que se tomara una decisión. Finalmente se decidió el nombre Haumea (deidad de origen hawaino) por un sólo voto de diferencia en el caso del CSBN, y con la oposición de varios de los miembros que intervinieron en la votación. Y si no bastaba con esto, después de ponerle otro nombre a 2003 EL61 quitaron nuestros nombres de los créditos del descubrimiento y los sustituyeron por el más aséptico «Observatorio de Sierra Nevada», según el secretario del CSBN, con la intención de no crear un «conflicto internacional».
En definitiva, parece que de nuevo los poderosos se han salido con la suya y, en este caso, ha podido el peso mediático y político (¡ni en
astronomía estamos libres de intrigas políticas!). Lo suyo, puestos a ser justos con ambos grupos, habría sido que la UAI velara por enterrar las enemistades y hubieran elegido un nombre neutral para 2003 EL61. Ni Ataecina, ni Haumea. Pero no ha sido así, y con esta decisión, sesgada y claramente manipulada, parece que, como ocurre a menudo, el pez grande se come al chico.