«Mi casa»…
Poco después de las tres de la tarde del 16 de noviembre de 1974, en el radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico), se comenzaba a enviar un mensaje radiofónico muy particular. Los responsables, de la Universidad de Cornell (Nueva York, EEUU), habían conseguido algo muy especial: en primer lugar, el telescopio, que habitualmente se usa para recibir señales del Cosmos, se convertía en un emisor potentísimo (equivalente a varios billones de vatios); en segundo, en vez de usarlo para fines astronómicos, se estaba enviando un mensaje de saludo a los extraterrestres.
No es raro que muchos de los colegas de los responsables pensaran que se habían vuelto locos. Aunque conociendo las aspiraciones de Carl Sagan, catedrático en Cornell y del radioastrónomo Frank Drake, que casi un decenio antes había propuesto precisamente mandar saludos codificados mediante radiotelescopios, se comprendía que este peculiar mensaje en una botella era poco más que un juego visionario, para hacer entender que algo así como comunicarse a través de las vastas distancias interestelares no era del todo descabellado.
Messier 13: 25 000 años luz
A esa hora, casi en el cénit de Arecibo (es decir, sobre la vertical de la enorme antena de más de 300 metros de diámetro que ocupa un valle tropical, la más grande del mundo) se encontraba la constelación de Hércules. En esa dirección, a unos 25 000 años-luz de distancia, se encuentra un cúmulo globular de estrellas, conocido como gran cúmulo de Hércules, o M13, que contiene cerca de medio millón de soles. Se trata de un objeto bien conocido por los aficionados a la astronomía, discernible incluso a simple vista como una pequeña manchita blanquecina. Un mensaje enviado a la velocidad de la luz tardaría, por lo tanto, veinticinco mil años en llegar.
En el hipotético caso de que alguien respondiera nada más recibirlo, pasarían otros veinticinco mil años antes de que llegara a la Tierra la respuesta. ¿Quién, en su sano juicio, puede imaginar que dentro de cincuenta mil años habrá por aquí alguien esperando por si llega algo? Son las paradojas de algo que se ha dado en llamar CETI (Comunicación con Inteligencias Extraterrestres), pariente cercano de los intentos de descubrir si, casualidades de la vida, alguien decidió hacer algo parecido escuchando las señales de radio que nos llegan del Universo, la más conocida SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre).
¿Ciencia o ciencia ficción?
El mensaje generó cierta controversia. Algunos políticos norteamericanos hicieron notar que algo así no era sólo cosa de los científicos irresponsables que habían enviado el mensaje anunciando dónde estábamos, porque se inmiscuía en temas diplomáticos y políticos. Martin Ryle, astrónomo real del Reino Unido en aquella época, asustado porque podrían haberles dado pistas de los terrícolas a alienígenas «violentos o hambrientos», intentó que la Unión Astronómica Internacional tomara cartas en el asunto y prohibiera que tales mensajes se siguieran enviando. Como le contestó entonces Frank Drake, principal responsable del mensaje, «ya es demasiado tarde para impedir que publicitemos dónde nos encontramos».
Ciertamente, desde las primeras transmisiones de radio y televisión, parte de esas señales salen hacia el espacio, y cualquiera con una antena de radio lo suficientemente potente y adecuadamente sintonizada podría descubrir que existimos (más aún, podría asustarse por lo que se emite por los medios de comunicación). En cualquier caso, parece que las preocupaciones que se desataron hace 30 años no tenían mucho sentido. Nunca ha habido respuesta, ni invasión extraterrestre más que en el mundo de la ciencia-ficción.
…«¿Teléfono?»
Por otro lado, ni siquiera M13 se encontrará dentro del haz de ondas de radio enviado desde Arecibo hace treinta años cuando llegue el mensaje: como nuestro Sol, este cúmulo está orbitando en torno al centro de la Galaxia, y se habrá desplazado lo suficiente como para que la llamada no llegue. En cualquier caso, cualquiera que esté en la zona encontraría una señal de 169 segundos de duración en la frecuencia de 2380 MHz emitida con una potencia diez millones de veces superior a la que nuestra estrella emite en esa frecuencia. Si alguien está observando, desde luego se dará cuenta de que algo especial sucede.
El mensaje
Lo que es más improbable es que nadie pudiera llegar a saber qué sucede en concreto. El mensaje consistía en 1679 bits (representando unos y ceros), una cifra que un matemático descubriría rápidamente como producto de dos números primos: 23 y 73. Sólo se puede descomponer en ese producto, que permite generar dos imágenes: una de 73 cuadros (pixels) de lado por 23 de alto que no es más que un montón de manchitas y otra que tiene 23 de lado por 73 de alto que, aunque es también un montón de manchitas como un crucigrama sin rellenar, sin embargo, podría dar pistas a quien lo reciba de que lo enviaron unos seres que querían comunicar cosas.
La codificación gráfica del mensaje de Arecibo informa de cómo contar, habla de quiénes somos, presenta esquemáticamente un muñeco humano, la doble cadena del DNA, cómo es nuestro sistema planetario y cómo de grande es la antena con que se emitió. No es precisamente una enciclopedia sobre la Humanidad: para enviar los datos de una Espasa, sin embargo, bastaría con estar emitiendo mensajes en varias frecuencias durante unas cuantas horas, pero la probabilidad de descifrar algo así es aún más dudosa que la propuesta de Drake.
¿Hay alguien ahí?
Se han enviado otros mensajes por radiotelescopio, los últimos en mayo y en junio de 1999 desde el radiotelescopio ucranio de Evpatoriya. Y por otro lado, saludos terráqueos viajan en sondas espaciales que están dejando el Sistema Solar (como las Pioneer enviadas en 1972 con una placa informativa y Voyager enviadas en 1977 con un disco con sonidos e imágenes de la Tierra). Actualmente casi cualquier sonda espacial incorpora discos digitales con saludos que se pueden enviar a través de Internet.
Contacto
Para muchos, tanto mensajes como los de Arecibo (CETI) como escuchar señales de otros mundos (SETI) son cuestiones que tienen poco que ver con la ciencia y, en cualquier caso, una utilidad nula. A pesar de su popularidad (más de un millón de internautas sigue activamente con su salvapantallas de ordenador colaborando con el proyecto SETI@HOME de la Universidad de California en Berkeley) lo cierto es que ni se ha conseguido encontrar nunca un mensaje inteligente ni razonablemente cabe pensar que se haga. Queda, por supuesto, la posibilidad de que algo así suceda.
Realmente, estos proyectos son pequeñas pinceladas dentro de un mundo, el de la radioastronomía, que sí da resultados científicos y que realmente utiliza las antenas y telescopios para conocer la física del Universo. Parte del tiempo libre de estos instrumentos, y una pequeña parte del dinero, se siguen empleando en SETI porque, frente al bajo coste que exigen, suponen sin embargo un escaparate hacia el público general mucho más llamativo que conocer el interior de las galaxias. Dejando de lado los lunáticos que pretenden hacernos creer que estamos ya siendo invadidos por platillos volantes, los científicos de SETI saben que son más populares y que, en el fondo, algo de ciencia también hay ahí. Si una disciplina logra ser éxito de Hollywood y que alguien tan famoso como Jodie Foster encarne a tu profesión, no es raro muchas universidades sigan manteniendo sus pequeñas búsquedas de extaterrestres, más populares que cualquier otro proyecto astronómico. Los terrícolas somos así.
Javier Armentia es astrofísico y Director del Planetario de Pamplona