Hace más de 170 soles (sol es el nombre que los astrónomos dan a la duración del día marciano, aproximadamente media hora más largo que el terrestre) se posó sobre Marte Spirit. Y hace unos 150 que lo hizo Opportunity. Se trata de los dos primeros geólogos que llegan a Marte, capaces de moverse de un lado a otro, obtener imágenes en diferentes rangos espectrales, horadar rocas y analizar su composición, gracias a un complejo instrumental que ha conseguido funcionar mucho más de los tres meses que los responsables de esta misión, en la Agencia Espacial Norteamericana (NASA) habían previsto para considerarla un éxito.
Dos geólogos en Marte
Se trata de dos robots móviles, del tamaño de un carro de golf, punta de lanza del último ataque terráqueo al planeta rojo. Junto a ellos, la sonda orbital Mars Express, de la Agencia Europea del Espacio y los satélites Mars Global Surveyor y Mars Odyssey (que llevan varios años obteniendo imágenes y otros datos de Marte) están proporcionando una nueva imagen de un planeta que, a pesar de ser tan diferente del nuestro, resulta también razonablemente similar. Tanto como para que los científicos sigan especulando con la posibilidad de que en algún momento de sus 4.500 millones e años de historia haya nacido la vida. ¿Marcianos?
Sabemos, en cualquier caso, que en Marte la vida nunca llegó a ser un fenómeno global, capaz -como fue en la Tierra- de transformar por completo el planeta y, especialmente, su atmósfera. Los datos que han ido llegando gracias a las misiones marcianas desde los años 70, en cualquier caso, habían configurado una teoría de la geología marciana en la que, por lo menos, el agua sí estaba presente: posiblemente lagos, o mares, como se evidenciaba a partir de las imágenes de terrenos aparentemente erosionados por flujos líquidos.
El trabajo de Spirit y Opportunity consistía en comprobar si del análisis petroquímico de las rocas marcianas se podía obtener información sobre la presencia real de agua, su cantidad o sobre qué sucedió cuando el planeta se enfrió, y la tenue atmósfera fue incapaz de mantener agua en estado líquido en la superficie: actualmente, sólo durante las mañanas marcianas aparecen neblinas de vapor de agua cubriendo los valles. En cuanto sale el Sol, esa agua se difunde en la atmósfera.
El misterio de los arándanos
En estos últimos días, Spirit está trepando lentamente por unas colinas que se elevan 300 metros sobre la planicie marciana del cráter Gusev a más de un kilómetro del punto inicial de aterrizaje. Allí está analizando rocas de un tipo diferente al que había tenido oportunidad de encontrarse en su recorrido. Por su parte, Opportunity, que aterrizó en el Meridiani Planum, una llanura desértica que oscila entre los 70 y 30 grados bajo cero entre la noche y el día, está dentro de un pequeño cráter, denominado Endurance, comprobando la geología del lugar. Hace ya meses, las primeras pruebas de que en Marte había existido agua (al menos grandes lagos) dieron la vuelta al mundo: el hallazgo de minerales como la jarosita, que en la Tierra se originan en lechos marinos fue la primera confirmación.
Las imágenes en detalle de las rocas mostraban sedimentos similares a los de las playas terrestres y, además, aparecían por muchos lugares pequeñas cuentas de hematita, otro mineral que se forma en presencia de agua estable, que los geólogos denominaron «arándanos», con tamaños de unos cuantos centímetros de diámetro. En nuestro planeta existen formaciones similares, en lugares que fueron antiguos lagos o mares, como los desiertos de Utah (EEUU). De hecho, a estas piedritas se les solía llamar «canicas Moqui» en los años 70, cuando la cultura hippie las popularizó como portadoras de buenas vibraciones. Realmente, son parte de la evidencia geológica de que Marte tuvo agua.
El Santo Grial: Vida en Marte
Y, según los expertos, esos lagos marcianos (aún no se sabe qué cantidad de agua pudo haber, incógnita que deberá esperar a misiones futuras) habrían sido de aguas tan llenas de metales que su acidez sería extrema. Como sucede en nuestro país con las aguas del Río Tinto. Los astrobiólogos buscan, precisamente, en el Tinto datos que les permitirán entender mejor a Marte. Por supuesto, todo ello con una pregunta que siempre ronda cerca cuando hablamos de Marte: ¿todos esos indicios son indicios de vida marciana? Al menos, sabemos que en la Tierra incluso en lugares como el río Tinto existen organismos capaces de aprovechar la energía de oxidación del hierro para vivir. Esos extremófilos (término que alude a las condiciones extremas en las que habitan) son también objeto de estudio, porque quizá en Marte la vida encontró un camino paralelo al del río onubense.
La aventura continúa
Aunque los descubrimientos de estos geólogos han sido sorprendentes, queda mucho por conocer todavía. Y las baterías de Spirit y de Opportunity están ya cerca de su fin. Dentro de dos años, nuevas misiones tendrán que continuar el trabajo, aunque los expertos creen que del análisis de este medio año de geología marciana in situ obtendrán nuevos descubrimientos aún perdidos entre los datos que continuamente están enviando de vuelta a la Tierra. Por ejemplo, en los análisis de una roca que se denominó Adirondack aparecieron señas de minerales no conocidos en la Tierra. Marte aún nos guarda muchas sorpresas.
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