En una lejana galaxia (far, far away)…
Los científicos no disponen del Halcón Milenario para viajar a
velocidades superlumínicas y acercarse a las estrellas para
estudiarlas de cerca. (Y tampoco existen «campos de meteoritos» como
los que se ven en La Guerra de las Galaxias en los que esconderse si
nos persigue un enviado de «Jabba the Hutt», pero esa es otra
historia).
Las verdaderas naves que permiten viajar más rápido y mejor a los
astrofísicos son los telescopios: cuanto mayor sea, a tanto más lejos
pueden desplazarse para inspeccionar los remotos objetos celestes. Uno
de estas «naves astronómicas» más conocidas es el Telescopio Espacial
Hubble, un ingenio situado en órbita terrestre que se beneficia de las
condiciones de gran transparencia que reina fuera de nuestra
atmósfera para obtener imágenes de gran resolución.
Ayer la NASA y la ESA publicaron unas bellas imágenes de
NGC 1512 obtenidas por el Hubble. Esta galaxia está situada a sólo 30
millones de años luz (que puede sonar muy lejos, pero para los
astrónomos, está a tiro de piedra) y se puede ver con un buen
telescopio de aficionado. Clasificada con el número 1512 en el Nuevo
Catálogo General (NGC), tiene un diámetro de 70 mil años luz, un
tercio menos que nuestra Vía Láctea, y es de tipo espiral con barra.
Destejiendo el arco iris
En realidad, el trabajo que han realizado los astrofísicos israelíes y
estadounidenses no es de la galaxia en su conjunto, sino de una
en particular, la que rodea el núcleo. En la zona se puede observar
un anillo de estrellas nacientes y nubes interestaleres de 2400 años
luz de ancho.
Los científicos querían estudiar cuál era la dinámica de dicho paraje
galáctico de la forma más completa posible. Para ello, han usado
varios instrumentos del Telescopio Espacial y obtenido imágenes del
anillo circumnuclear en diferentes longitudes de onda, desde el
frío infrarrojo hasta el más cálido ultravioleta.
Hasta hace doscientos años, los astrónomos sólo conocían la luz
visible. Sin embargo, un experimento realizado por William Herschel
(que descubrió en planeta Urano en 1781) desveló toda una nueva gama
lumínica. El 11 de febrero de 1800, mientras jugaba con un prisma para
descomponer la luz y medía la temperatura de cada color, resultó que
más allá del rojo existía también una luz que calentaba, pero que no
se podía ver con nuestros ojos.
La utilidad práctica en astronomía de esa luz invisible no ha sido
explitada hasta fechas recientes. Pero en las últimas décadas se ha
descubierto la gran cantidad de información que ofrece el resto de
longitudes de onda de la luz, desde las más largas y frías (como las
microondas o el infrarrojo) hasta las más cortas y calientes (caso del
ultravioleta, rayos X y rayos gamma).
Es precisamente lo que los investigadores han querido hacer: obtener un
análisis detallado de todo lo que ocurre en el anillo circumnuclear de
la NGC 1512. Cada longitud de onda, cada color (ya sea
visible o invisible), nos aporta un trozo de la misma historia, pero
contada por diferentes protagonistas.
Recomponiendo el puzzle
En la zona de los infrarrojos, los astrónomos pueden ver las nubes más
frías de gas y polvo interestelar. Podemos ver estas nubes en una
noche oscura, observando en las constelaciones de Sagitario y
Escorpión, como las zonas oscuras que ocultan las estrellas Vía Láctea
y que de hecho, nos impiden observar el núcleo galáctico. Observadas
en el infrarrojo, dejan de ser opacas y se muestran claramente en las
imágenes.
En el rango visible de la luz predominan las estrellas, aunque a
través de la luz reflejada, también son visibles algunas nebulosas.
Sin embargo, en las imágenes del núcleo de NGC 1512, muchas de estas
estrellas están ocultas por las frías nubes opacas de polvo.
Finalmente, en el ultravioleta podemos ver a las estrellas más
calientes y a las regiones HII, nubes que son centros de formación
estelar. Las regiones HII suelen ser nubes de gas interestelar donde
aparece un gran número de estrellas simultáneamente. La energía de
estas estrellas calientes va barriendo el gas, que al tropezar y
acumularse, genera nuevas estrellas. En las imágenes del ultravioleta
de NGC 1512 se pueden observar los cúmulos de estrellas jóvenes.
Los astrónomos que estudian el anillo circumnuclear de NGC 1512
estaban interesados particularmente en ver cómo se desarrollan los
ciclos de formación estelar, a partir del material gaseoso que cae
hacia el núcleo de la galaxia. Dan Maoz, director del equipo
internacional, afirma que «el oscurecimiento de los cúmulos debido al
polvo parece ser un fenómeno intermitente. Los cúmulos o están
completamente ocultos, rodeados por sus nubes maternas, o casi
completamente expuestos».
Aaron Barth añade que «es destacable la similitud que hay en las
características de estos estallidos de formación estelar y los de
otros que hemos estado estudiando en detalle con el Hubble». Los
anillos circumnucleares son comunes en las galaxias espirales
barradas. Los astrofísicos creen que son estas barras las que sirven
de despensa de material a los anillos.
Con el estudio de estas zonas, los astrofísicos esperan entender los
procesos de formación estelar observados en galaxias distantes que
generaron la primera generación de estrellas, cuando el Universo tenía
apenas una fracción de la edad actual.